miércoles, 29 de octubre de 2008

LA HABITACIÓN


Cuando Susana entró en aquella habitación de hotel, el aire caliente que impregnó su cara le trajo el recuerdo de la tarde anterior. Los cuadros de escenas de caza y los bodegones no mantenían la armonía cotidiana, la cama estaba deshecha, la puerta del baño abierta dejaba entrever la ducha desordenada y en el pequeño escritorio sólo había un cenicero de porcelana lleno de colillas retorcidas. La ventana abierta hacía que las cortinas, livianas y de color violeta, bailaran una danza macabra. Miguel no estaba y el murmullo de la gente, que se agolpaba frente a la fachada del Hotel Nuevo Amanecer, provocó que Susana recordara con espanto las últimas palabras con las que se despidió de su novio el día anterior:
-No quiero volver a verte más. Y no me llames, por favor. Lo nuestro ha terminado para siempre.