Cuando Susana entró en aquella habitación de hotel, el aire caliente que impregnó su cara le trajo el recuerdo de la tarde anterior. Los cuadros de escenas de caza y los bodegones no mantenían la armonía cotidiana, la cama estaba deshecha, la puerta del baño abierta dejaba entrever la ducha desordenada y en el pequeño escritorio sólo había un cenicero de porcelana lleno de colillas retorcidas. La ventana abierta hacía que las cortinas, livianas y de color violeta, bailaran una danza macabra. Miguel no estaba y el murmullo de la gente, que se agolpaba frente a la fachada del Hotel Nuevo Amanecer, provocó que Susana recordara con espanto las últimas palabras con las que se despidió de su novio el día anterior:
-No quiero volver a verte más. Y no me llames, por favor. Lo nuestro ha terminado para siempre.
miércoles, 29 de octubre de 2008
LA HABITACIÓN
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