III
círculos de cielo corren por tus venas ancestrales arrastrando laberintos desbocados en un sinfín de torrentes enmudecidos por la cadencia ocre de tus muslos de oxígeno pueril por el clamor de tu piel urdida con espigas de centeno por tus rizos de sangre surcada por veleros que recuerdan los estanques inmóviles de la niñez por jardines de plácida soledad enredados para siempre entre la carne de tu vestido