miércoles, 13 de mayo de 2009

III

círculos de cielo corren por tus venas ancestrales arrastrando laberintos desbocados en un sinfín de torrentes enmudecidos por la cadencia ocre de tus muslos de oxígeno pueril por el clamor de tu piel urdida con espigas de centeno por tus rizos de sangre surcada por veleros que recuerdan los estanques inmóviles de la niñez por jardines de plácida soledad enredados para siempre entre la carne de tu vestido
II

la nieve no se consuela con las metáforas que se esconden en los pliegues nocturnos y abrasadores de tu piel borrosa efímera como rosario de briznas agitadas por un eolo vertiginoso y tirano en la tormenta que encadena los últimos salmos salidos de la concupiscencia de tus tenaces senos moribundos
I

una hoguera en el llano que se convierte en tumultos de rosas con pétalos de piedras transparentes en un mar de caricias eternas donde todas las mujeres soñadoras perfuman la noche etérea donde las auroras huelen a escarcha recién sembrada entre tus manos balsámicas y egocéntricas y mis labios puentes de melancolía por donde vuelan los caballos mensajeros del olvido se apoderan del vasto silencio que emerge lúgubre de los bosques rojizos del desaliento